
Desde su infancia, Irena Sendler sintió simpatía por las personas judías, heredada de su padre, que era un reconocido médico que murió de tifus a causa de tratar a pacientes sin recursos. Después de su muerte, los líderes de la comunidad judía se ofrecieron a pagarle los estudios a Irena.
Pudo estudiar en la Universidad de Varsovia estudios literarios, donde destacó por su oposición a la política de discriminación introducida en 1935 contra los judíos, a quienes se obligaba a sentarse en bancos separados reservados para ellos. Por este motivo, la expulsaron de forma temporal de la Universidad.
Cuando Alemania invadió el país en 1939, Sendler era enfermera del Departamento de Bienestar Social de Varsovia, en el cual trabajaba incansablemente para aliviar el sufrimiento de miles de personas tanto judías como católicas. Gracias a ella, estos comedores proporcionaban comida para huérfanos, ancianos y pobres y repartían ropa, medicinas y dinero.
A pesar de ser católica, decidió llevar un brazalete con la estrella de David como signo de solidaridad y por no llamar la atención. Pronto, empezó a visitar a algunas familias para ofrecerles la posibilidad de llevarse a sus hijos fuera del gueto; arriesgando su propia vida organizó y consiguió la fuga de más de 2500 niños y niñas judías, prácticamente condenados a ser víctimas del Holocausto. Los evacuaba por distintos medios: en ambulancias, sacos, cestas de basura, cajas de herramienta, cargamentos de mercancías, ataúdes...
Por más dificultades que se encontraba, Irena no se dio por vencida. Siguió con su labor de enfermera y ocultó sus propósitos de este modo. Mientras salvaba a las futuras víctimas del gueto, Jolanta (nombre en clave de Irena), registró a todas las niñas y niños que conseguía sacar para que no perdieran su identidad. El 20 de octubre de 1943 fue arrestada, torturada y sentenciada a muerte por la Gestapo, aunque nunca reveló el paradero de los judíos que escaparon.
No obstante, un soldado polaco la liberó con la excusa de un interrogatorio adicional y, el día siguiente, apareció en la lista defunciones. Después de este suceso siguió trabajando con otra identidad y con mucha precaución de no dejar posibles pistas, enterrando los registros de las personas salvadas en el jardín de una vecina.
Terminada la guerra, Irena desenterró las listas para entregarlas al Comité de salvamento de los judíos supervivientes. La tarea de Irena no fue descubierta hasta años después, cuando fue reconocida su fotografía por miles de hombres y mujeres que aseguraron ser salvados y cuidados por esta enfermera. Murió en 2008 en Varsovia.