Nació en 1815 en Londres y desde niña había destacado en matemáticas, animada por su madre, que también era matemática. Gracias a su posición social y educación, pudo entablar amistades con diferentes personalidades muy reconocidas de la época, que la apoyaron en toda su trayectoria de investigaciones.
Su pasión por las matemáticas y su personalidad poco convencional no siempre estuvieron bien vistas en la corte, puesto que le decían que “actuaba como un hombre”. Con todo, continuó siendo ella misma y centrándose en aprender y desarrollar diferentes fórmulas matemáticas.
En los años cuarenta, junto a Charles Babbage, matemático y gran amigo de nuestra protagonista, viajaron a Italia a numerosas conferencias donde explicaron sus avances tecnológicos en el algoritmo que habían estudiado y las diferentes aplicaciones que tenía.
A pesar de que Loveace tuvo visiones más amplías que su compañero Babbage, deduciendo y previendo las diferentes capacidades prácticas de las máquinas (den las cuales ya vio la posibilidad de, por ejemplo, hacer música y gráficas), todo el reconocimiento se lo llevó su compañero. Que una mujer de esta época hiciera este tipo de descubrimiento era una cosa muy inusual.
No obstante, en la actualidad se puede decir que Ada Loveace fue la primera ingeniera del software, puesto que estudió, desarrolló y creó la documentación sobre un determinado sistema de procesamiento automático. Reconoció que la máquina tenía aplicaciones más allá del cálculo puro y creó el que hoy se reconoce como el primer algoritmo destinado a ser procesado por una máquina. Desgraciadamente, Ada murió joven, a los 37 años, a causa de un cáncer de útero.
Hay que destacar que, hoy en día, en España, el 17,8% de la población ocupada con formación STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas) son mujeres. Un dato que muestra la desigualdad de género en la rama de la ciencia. En esta área hay 12,3 graduadas por cada 1000 habitantes, frente a 29,3 graduados.